—¡Gon!—Llamó juntando sus manos a los costados de su boca apuntando a lo alto del tejado de una casa abandonada. Vió una mata de pelos negro acompañados de un semblante divertido—¡Deja de jugar y vámonos! Nos están esperando—regañó mientras apuntaba a la camioneta gris en donde los esperaban Leorio, Kurapika y Pairo.
—¡Killua hay un nido de pajaritos aquí!—Anunció con su usual voz infantil, Killua guardó sus manos en los bolsillos de su chaqueta y puso un semblante desinteresado.
—¡Trae los huevos! Los haremos fritos.
—¡No hay! Solo cascaras vacías… ¡Ah! ¡Pájaros!
—¡Mejor! ¡Pollo frito!
—¡Son pichones!
—¡Pollito frito!
—¡¿Por qué eres tan malo?!—Replicó el menor asomándose con un puchero y el albino mostró una sonrisa gatuna.
—¡Es el ciclo de la vida Gon!
—¡Oigan chicos!—Ahora la voz de Leorio se hizo presente—¡Ya encontramos todo lo útil de este lugar vámonos!—decía mientras los Kurutas guardaban unas cajas grandes dentro del vehículo.
—¡Ya lo oíste! ¡Baja de ahí!—Agregó el albino y Gon asintió. Se puso de pie en aquel amplio techo de madera viejo, haciendo graves crujidos con cada paso que daba—¡No hagas tanto ruido!
—¡No puedo evitarlo! ¡El techo está viejo!
—¡Entonces date prisa!
—¡No te preocupes! ¡No hay nadie aquí además de nosotros!
Palabras dichas, problemas como hechos. Una especie de mano negra y deforme atravesó el techo y agarró con fuerza el tobillo de Gon. El moreno soltó un grito del dolor por el brusco agarre alertando a todos.
—¡¿Gon?!—Llamó sobresaltado mientras divisaba al nombrado forcejeando con algo.
—¡Es un putrefacto! ¡No te acerques lo tengo controlado!
—¡¿Controlado?! ¡Pero si está hundiendo tu pierna!—Gritó molesto mientras sacaba su arma y de un crujido la volvía escopeta. Con rapidez saltó por la pared para llegar al tejado, quedando frente a frete a Gon, su mirada se posó en el tobillo siendo apretado por la mano negra. Apuntó el cañón hacia el ser que aprisionaba a su amigo.
—¡Killua espera!—Dijo pero el contrario ya había disparado. La bala se incrustó en la mano negra haciéndola sangrar un líquido verde brillante, se escuchó un gruñido sonoro y grave.
El techo fue abruptamente atravesado por un grotesco ser oscuro que de un golpe mando a volar a Gon y el albino lo atrapo, pero termino siendo llevado junto al moreno por el impacto del golpe. Las cosas hubieran ido a peor de no ser por la rápida acción de Kurapika quien disparó a la cabeza de la criatura matándola en el acto.
—¡Gon! ¡Killua!—Gritó Leorio corriendo hacia el par junto a Pairo.
Los dos cayeron y rodaron uno sobre el otro por el suelo durante unos metros hasta que chocaron contra la pared de otra casa abandonada.
—¡¿Están bien?!—Gritó ahora Pairo.
Ambos se reincorporaron, Gon encima apoyando sus manos en los hombros del albino y Killua estaba levemente sentado con los brazos en suelo dándole soporte. Ambos se miraron a los ojos con rostros preocupados.
—¡¿Estás bien?!—Dijeron al mismo tiempo. Sintieron un flash a su costado y al voltear se encontraron con un anciano con baja estatura y de sonrisa pícara llevando una cámara.
—Ustedes congenian muy bien—Ante su malicioso comentario el par se ruborizó y se separó rápidamente.
—¡Tai san!—Llamó Leorio ya llegando junto a Pairo. El anciano le sonrió apenado.
—Parece que tuvieron problemas de muerte. Lo lamento, vinieron a acompañar a este vejestorio sólo porque tenía el capricho de buscar esta vieja cámara—Decía apenado sosteniendo el aparato contra su pecho.
—No se preocupe, logramos encontrar algunos suministros en las casas—El doctor sonrió radiante tranquilizando al anciano.
—Si ya estamos listos…—Comenzó Pairo mirando a Kurapika guardar su arma en la camioneta—deberíamos irnos.
El recorrido en el vehículo fue más ameno. Era una camioneta grande con los tres asientos por delante donde estaban Leorio, Kurapika y Pairo. Por detrás se hallaban Gon y Killua junto el anciano Tai.
—¿Por qué es tan importante esa cámara?—Preguntó Gon con curiosidad, y es que durante todo el rato desde que llegó Tai abrazaba con fervor ese aparato.
—Era de mi esposa—Comenzó con mirada melancólica—nunca tuvimos hijos así que solía tomar fotos a diario, diciendo que de esta forma siempre recordaríamos buenos tiempos—suspiró mientras su vista se fijaba en el horizonte, viendo las ruinas de lo que antes fue una hermosa vivienda de casas—aun me parece todo esto una horrible pesadilla. Quiero despertar y que Ruka me reciba con el desayuno…
—No es tan fácil…—Agregó Killua mirando hacia otro lado distante. Tai le miró y luego a Gon.
—Ustedes los jóvenes tienen oportunidad en este mundo, a diferencia de nosotros los ya cansados vejestorios, ustedes pueden adaptarse mucho mejor a esta vida.
—No diga eso, habla como si los fuéramos a dejar atrás—Gon miró al anciano con un puchero y este rió.
—Es el ciclo de la vida, chaval, y se aplica con más fuerza en estos tiempos—Jugueteó con su cámara en sus manos—¿Y ustedes? ¿Tienen algo o a alguien importante?—Los menores se miraron por un momento.
—Pues…—Comenzó Gon haciendo memoria—¡Yo tengo a Mito san! Y a Ging, y a Kite, Leorio y Kurapika, incluso Pairo y Lyon, Alluka chan ¡Y por supuesto Killua!—Su sonrisa se amplió para el rubor del último—¡Killuua es mi mejor amigo! Si no fuera por él hace mucho hubiera muerto.
—¡Para idiota! Es vergonzoso…—Decía removiendo sus cabellos blancos malhumorado.
—¡Pero si es verdad!
—¡Cállate!
—¿Y qué hay de ti?—Interrumpió el mayor observando al albino sorprendiéndolo un poco.
—Pues tengo a mi hermana menor Alluka, y a…—La voz se le fue al ver como Gon lo miraba y le sonreía radiante y travieso sonrojándolo—¡¿Por qué me miras como si supieras la respuesta?! ¡Muere idiota!—tomó del cuello al menor y le hizo una llave ahorcándolo mientras el menor se quejaba y suplicaba que lo soltara. Volvieron a sentir otro flash de cámara y se encontraron con la sonrisa pícara de Tai.
—Definitivamente, gran escena—El par se ruborizo y se separaron, estaban a punto de replicar de no ser porque el vehículo se detuvo.
Vieron al trío de adelante bajar de la camioneta e hicieron lo mismo. Se encontraban ahora en un bosque, más específicamente una cueva. Allí encontraron al grupo de soldados del grupo de protección que los habían estado esperando.
—¡Llegan tarde!—Gritó un hombre bajito y gordo, de tez morena y nariz grande redonda, los miraba molesto pero sobre todo a Leorio quien chasqueó la lengua y le devolvió la mirada malhumorada—estábamos a punto de dejarlos a su suerte.
—¡Ja! Como si nos importara ¿Olvidaste que tenemos a cuatro soldados de la resistencia?—Habló el doctor con un tono de superioridad que molesto al contrario.
—Eso no es suficiente, necesitan a un grupo que conozcan las rutas de los alrededores ya que este lugar esta tan lleno de putrefactos que te harías pipi en los pantalones—Al más alto le salió una venita palpitante en su frente.
—¡Tenemos al hijo de Ging Freecs! Es un sabueso humanoide, encontraría una ruta mucho más rápido que ustedes.
—¡Moriría comido por los putrefactos!
—¡Tenemos unos refuerzos que te harían morirte de miedo!
—¡¿Quiénes?! ¡¿Un doctor de pacotilla charlatán?!
—¡Un canoso psicópata yandere y una rubia loca shooter! ¡Desgraciado!—Dos disparos que rozaron cada lado de la cabeza de Leorio interrumpieron abruptamente la discusión, el aura negra que despedía dos individuos les helaba la sangre.
—¿Quiénes son? No creo conocerlos…—Decía el rubio casi con sus ojos cambiando de color de la furia que sentía.
—Aaaw se oyen tan interesantes, me muero por verlos…—Agregó Killua con una sonrisa oscura que dejaba en claro su sed de sangre.
—Ch-Chicos cálmense, saben que bromeo jeje—Pero poco sirvió su excusa ya que salió corriendo de las balas que le dirigían sus amigos. El hombre que hace poco discutía tosió nervioso eh hizo su mejor esfuerzo ignorando la escena que montaban, caminó hacia la camioneta con un par de sus compañeros para recoger los suministros.
—¿Quién es ese hombre que discutía con Leorio?—Preguntó Pairo al moreno.
—Se llama Tompa, pertenece al grupo de protección y por alguna razón no se lleva bien con Leorio—Explicó tranquilamente mientras observaba como sus amigos estaban a punto de fusilar al pobre doctor que rogaba perdón—es un poco cascarrabias pero es un gran explorador.
—¡Oi Tompa! ¡Trajeron muchos suministros! ¡Si sumamos los nuestros creo que es bastante!—Agregó un soldado que se encontraba revisando las cajas de comida y agua que había en la camioneta. El nombrado sonrió satisfecho.
—Nos quedaremos aquí, y al anochecer nos iremos—Anunció en voz alta para que lo escucharan todos.
.
.
.
.
Desde lo alto de la rama de un árbol miraba el atardecer, el sol anaranjado alumbraba el bosque dándole una vista cálida y reconfortante.
—¡Gon!—La voz de Killua lo sacó de su ensoñación—¡Hasta un pájaro te mataría allí arriba!—sonrió a pesar del regaño del contrario.
—¡Killua ven aquí también!—Vió hacia abajo encontrándose con la mirada intrigada del mayor, quien arqueaba la ceja por su petición, sin embargo al cabo de un momento se hallaba agachado junto a él.
—Últimamente te estás yendo tú sólo y alejándote de nosotros Gon, si sigues así un día de estos harás que te maten—Le advirtió con los ojos entrecerrados y el menor puso un puchero.
—No te preocupes por mí, sólo son unos minutos de receso—Se excusó a lo que el albino sólo bufó—mira Killua, el atardecer.
El albino se sentó junto al moreno y observó como el sol se ocultaba en el horizonte, recargó su espalda en el tronco del árbol al igual que Gon.
—Has estado viendo mucho los atardeceres ¿No?
—¿De veras? No me di cuenta…—Gon observó con semblante distante—es que… estar así un rato, me da un descanso de todo lo que está ocurriendo… Killua.
—¿Hum?—Dice mirándolo de reojo.
—No quiere perder a más personas que me importan…—Killua toma su hombro y lo acerca más a él.
—Yo tampoco… pero eso es algo que no podemos controlar, sólo puedes hacer lo mejor que puedas en el momento y esperar que todo salga bien—Habló distante mientras sentía el cabello de Gon hacerle cosquillas en la mejilla.
—No quiero perderte…—Susurró tímido y casi imperceptiblemente pero el contrario lo escuchó claramente.
—Tú nunca me vas has perder ¿Somos amigo no?—Hubo un momento de silencio que lo intrigo, Gon le evadió la mirada.
—Killua yo…—Empezó pero la voz se le fue en un hilo.
—¿Qué?—Preguntó esperando una respuesta y Gon lo miró con sus grandes ojos castaños brillantes, casi podía jurar que veían a través de él.
Cuando iba hablar el sonido de un estruendo lo interrumpió, ambos se irguieron alertas cuando escucharon el sonido de disparos. Sin siquiera dirigirse palabras fueron al origen del sonido, la cueva donde acampaban.
—¡Disparen! ¡Manténgalos lejos mientras metemos los suministros!—Gritó Leorio mientras corría con dos enormes cajas. El grupo lentamente ingresaba mientras mantenían a raya a los seres oscuros que adsorbían las balas con su piel.
—¡Leorio! ¡Tompa!—Gon y Killua apenas llegaban hacia ellos recibiendo una mirada acusadora de Tompa.
—¡¿Dónde rayos estaban?! ¡Estos bichos aparecieron de la nada! ¡Mátenlos o ayúdenos a huir por los pasadizos de la cueva!
—¡Matarlos a lo bruto sólo hará que aparezcan más! ¡Avancen y cuando tengamos la oportunidad haremos un derrumbe!—Habló ahora Killua volviendo su arma una metralleta.
—¡¿Cómo demonios piensas hacer un derrumbe?!—Interrogó Leorio.
—Con esto—Gon mostró una granada de mano y los presentes tragaron grueso—¡Úsenlo cuando vean la oportunidad!—se lo dió a un nervioso Tompa.
Disparan manteniendo a raya a los monstruos mientras los demás corrían a los interiores de la cueva, lo estaban logrando hasta que un grito los alarmó.
—¡Tai!—Grito Gon al ver como el aludido era arrastrado hacia las criaturas hambrientas. Logró sostenerse de una roca pero era agitado con fuerza y miraba a los demás con un rostro de terror y angustia, soltó un grito de dolor al ser mordido por un putrefacto.
—¡Ya es tarde! ¡Vengan haré volar el lugar!—Anunció Tompa, pero Gon no lo escuchó, sin dudarlo salto a tratar de salvar al anciano.
—¡Gon!—Gritó Killua extendiendo su mano hacia el contrario pero un tirón de Leorio alejó su alcance de Gon. Una explosión arriba de él y junto a Leorio rodó por el suelo unos metros.
Las rocas hicieron un muro que los separaba de los putrefactos, y de Gon y Tai.
—¡¿Están bien?!—El rubio se acercó corriendo hacia el par junto a Pairo, vieron como el albino se ponía de pie súbitamente.
—¡Gon está allá! ¡Tengo que buscarlo!—Dijo en alto alterado.
—Ya es tarde…—Decía Tompa y desvió la mirada—ya deben estar muertos.
—¡Porque tú derrumbaste el techo sobre ellos!—Gritó Leorio rabioso.
—¡Para salvar nuestras vidas! Un poco más y estaríamos muerto ¿Piensas sacrificarnos a todos por un anciano decrepito y chiquillo con complejo de héroe?
—¡Tú…!
—Tompa—La voz grave de Killua detuvo la discusión, miro al contrario de una forma inexpresiva—dame una granada.
—¿Qué harás con ella?
—Volare la pared.
—¡¿Qué?!—Gritó anonadado al igual que los presentes.
—Váyanse lo más lejos que puedan.
—¡¿Estás loco?! ¡¿Arriesgarás la vida de todos por dos personas?!
—No, sólo la mía—Explicó con simpleza para luego extender su mano hacia Tompa—dame la granada.
—¡No! ¡Esto es una estupidez!
—Tompa, eres bastante inteligente—Agarró el cuello del nombrado y lo alzó un poco—no desperdicies tu vida por una discusión inútil. Dame la granada—sus palabras se oían como la peor amenaza que hicieron temblar a los que presenciaban la discusión.
Los ojos de Killua reflejaban ira y desesperación. Ira contra Tompa por interponerse en su camino y desesperación al no saber el estado de Gon. Emociones que se desvanecieron al escuchar una voz.
—Killua—El aludido volteó y abrió los ojos en sorpresa. Dejó a Taí recargado en la pared y sonrió—entré por la grieta—apuntó a la diminuta grieta a su espalda, haciendo que muchos se preguntaran como demonios pasaron por allí—no pelees con Tompa, él hizo lo que se tenía que hacer.
Soltó un jadeó cuando de repente lo apretaron en un abrazo que le daba el albino. Estaba sorprendido al principio pero lo correspondió levemente ruborizado…
—Imbécil… no lo vuelvas hacer…