Karma lo venía pensando desde hace un tiempo, el olor de Nagisa era muy extraño.
Normalmente tenía una esencia dulce, como azúcar, y le gustaba. Por eso cada que podía olía el cuello del contrario aún si se ganaba una reprimenda y un zape en la frente. Pero a veces, muy pocas veces, podía percibir que por debajo de todo ese olor dulzón había un casi imperceptible aroma a hierro que conocía muy bien.
Karma sabía que era eso, pero no sabía porque, pues Nagisa no mostraba ninguna herida y siempre se hallaba en perfectas condiciones. Entonces no le dio importancia, pues ese olor a hierro era tan imperceptible que sólo él lo podía notarlo, seguramente era algo sin importancia como que Nagisa pasó por esos establecimientos donde venden carnes y se le quedó prendado el aroma.
Pero eso era durante el día, cuando ya era muy de noche, sus sentidos lo despertaban al percibir algo inusual. Y es que a altas horas de la noche Nagisa salía del departamento de donde vivían, cuando se asomaba por la ventana lo podía ver partir sobre su moto y con ropajes negros, no llegaba hasta tiempo después y de nuevo con ese tenue olor a hierro sobre si.
Karma veía su silueta por la ranura, sin atreverse a salir y preguntarle directamente, pues Nagisa se esforzaba en borrar todas las evidencias. Fingía que no se daba cuenta de nada, pues parecía que con eso Nagisa estaba más tranquilo y eso al mismo tiempo lo tranquilizaba también.
Pero una noche no pudo pretender más, porque el olor a hierro era tan denso que tapó el olor dulce. Y eso le asustó el interior, le aterró, como si fuera él que estuviera afectado directamente, su cuerpo reaccionó antes de que pudiera pensarlo. Salió de la habitación y vio al final del pasillo donde estaba el olor más espeso, el baño, donde se encntraba Nagisa mirándolo alarmado con el grifo escurriendo agua.
—¡K-Karma!—Llama, ocultando detrás de su espalda sus manos, con una postura de atrapado que le pareció extraño—¿Te desperté? D-Dame un momento e iré contigo.
Karma no respondió, mantuvo un rostro neutro mientras se acercaba al contrario, Nagisa respinga cuando ve al menor frente a él. Karma vio el botiquín de primeros auxilios encima de la alacena y se alarma.
—¿Estás herido?—Pregunta, y Nagisa parece pensar su respuesta antes de suspirar.
—No es nada serio—Responde, Karma toma la caja de primeros auxilios.
—Puedes sentarte. Te voy a curar—El mayor pareció sorprenderse por sus palabras.
—¿Sabes curar Karma?
—Donde me encerraban yo mismo tenía que curar mis heridas cuando eran muy serias. Me ataban con cadenas largas y arrojaban el botiquín a mis pies.
Nagisa puso una expresión incómoda antes de sentarse en la tapa del retrete y extenderle el brazo al menor, tenía un corte en el brazo hasta el codo, no era profundo y era más bien superficial para su alivio. Karma procedió a atenderlo en silencio.
Después de limpiarle la herida y vendarla Nagisa al fin rompió el silencio incómodo.
—¿No vas a preguntarme cómo me hice esto?—Siente como los ojos de Karma se clavan en él.
—No te lo hiciste a ti mismo, alguien te las hizo a ti—Dice, y Nagisa no puede mentirle diciendo lo contrario. Karma puso sus manos en las rodillas del contrario y lo miró con absoluta seriedad—¿Quién te hizo esto? Haré que tenga una peor.
Nagisa rió por sus palabras, posó sus manos encima de las del menor.
—No te preocupes, ya me encargué de él—Sonrió al peli rojo que lo observaba atento—Karma ¿Qué te obligaban a hacer esas personas?
Karma arqueó una ceja por la repentina pregunta. Nagisa había evitado preguntarle sobre su pasado porque le traía malos recuerdos, pero ahora de repente hace lo contrario, aún así le responde.
—Me obligaban a golpear personas hasta pintarlas de rojo—Dice y Nagisa asiente entendiéndolo.
—La razón por la que salgo en las noches es porque hago algo parecido a lo que hacías Karma—El aludido parpadeó sorprendido por sus palabras.
—¿También te obligan?
—Oh no, no—Niega sin dejar de sonreír y eso lo aliviaba—Karma ¿Qué te daban cuando finalizabas lo que te ordenaban?
Esta vez se dio su tiempo para pensar su respuesta. Hizo memoria de los tiempos oscuros a merced de esos hombres.
—La comida que yo quisiera o juguetes—Responde pensativo.
—Lo que yo hago…—Comienza obteniendo la atención del más bajo—son trabajos de los que espero una recompensa a cambio, al igual que tú, pero la diferencia es que yo puedo rechazarlo si quiero.
—¿Y no quieres?
La pregunta no era tosca, y Karma no tenía una expresión acusadora o algo por el estilo sólo lo veía con genuina curiosidad. Eso lo ayudaba a seguir explicándole.
—Yo me dedico a esto Karma, y lo hago plenamente consciente y voluntario.
Karma parecía curioso, un tanto sorprendido de que hubiera alguien que le gustara hacer eso pero más que fuera Nagisa. El aludido le miraba un tanto temeroso.
—¿Quieres decirme algo respecto a esto?
Para su sorpresa Karma niega con la cabeza y se abraza a su cuerpo con los ojos repentinamente adormilados.
—Tengo sueño…—Dice, Nagisa vuelve a reír y lo carga fácilmente contra su cuerpo.
—Vallamos a dormir—Karma rodea su cuello con sus brazos, y le susurra suavemente en el oído antes de dormirse.
Nagisa queda paralizado, incrédulo, sintiéndose reconfortado por esas palabras y a la vez culpable al saber la desgracia que traen.
—No te preocupes, yo también estoy acostumbrado a la oscuridad.