Desde que Karma fue preso en aquella jaula en la oscuridad, supo que el mundo de los adultos puede llegar a ser corrupto, ruin y asqueroso, y no fue hasta que conoció a Nagisa, Terasaka, e incluso a Asano (pero muy poco) que entendió que no todos son así. Y desde entonces fue sumergido en un mundo que no es del todo brillante pero tampoco oscuro, y con la calidez suficiente para sentirse completo.
Pero justo ahora, vuelve a toparse con ese asqueroso rostro de la adultez.
—Por lo tanto, por términos de este contrato, usted hereda las deudas de su padre—Decía un hombre corpulento y trajeado, cuya nariz redonda y grande se encontraba encima de una sonrisa malintencionada que le recordaba a sus captores.
Al llegar a la dichosa funeraria, fueron recibidos por un auto negro deportivo en donde se encontraba apoyado el hombre que ahora estaba frente a ellos. El tipejo era el socio del padre de Nagisa, la persona quien envió la carta avisando de la muerte.
Al ir escuchando el lenguaje técnico y enrevesado que usaba el hombre, Karma entendió que cual haya sido el fuerte del sujeto ese no eran los negocios. El ingenuo justo vino a montar un contrato con un seguro que poco a poco le fue acumulando una deuda con intereses, hasta el punto de hacer una suma imposible de pronunciar.
Observa a Nagisa, quien leía el contrato meditativo y sentado en una silla junto a la urna de su papa. Indiferente a la mirada malintencionada y asquerosa que le daba el presunto socio.
—¿Cuánto tiempo tengo para pagarlo?—Pregunta, ya al fin alzando la mirada a lo que el hombre sólo ensancha su sonrisa.
—No sea ingenua pequeña señorita, ambos sabemos que no podrá pagar semejante suma…
Karma, en su postura relajada recargada contra la pared y con rostro desinteresado, aprieta los puños dentro de los bolsillos de su pantalón al observar como el tipejo se relamía los labios y por la forma en que se refería a Nagisa. No era la primera vez en que alguien confundía el género del mayor, pero sí que tenía ganas de romperle la mandíbula por la forma en que lo miraba.
Por su parte Nagisa sólo mira como el hombre trajeado se levanta para avanzar hacia él.
—Cuando conocí a su padre, era un viudo con ojos lamentables que necesitaba con desesperación algo en lo que concentrarse y no pensar en sus problemas, hasta el punto de casi no dormir por terminar trabajo pendiente, pero cometió varias infracciones que rompieron la deuda—Explica ya en frente de él—y la puso a usted de catalizador, por si algo le pasaba… ¿Cómo piensa pagarnos? Bien se me ocurren ciertas maneras…
Se agacha para quedar ambos a la misma altura frente a frente, extendiendo la mano para acariciar su rostro. Y Nagisa no sabe porqué, pero cuando vio la sonrisa de ese hombre de intenciones tan oscuras como su traje, quiso repasar la línea de sus labios con el cuchillo más afilado que existiera.
Sin embargo antes de que siquiera llegara a rozar su piel, la mano del hombre fue tomada con firmeza.
—Y encantados las escucharemos, después de tomar un breve descanso—Interrumpe Karma sonriente, el hombre frunce el entrecejo para luego soltar un quejido y apartar la mano, quizás ejerció más fuerza de la que creyó.
—¿Tú quien eres?
—Mi nombre es Akabane Karma y llevo viviendo con Shiota san desde que tengo memoria—Se presenta jovial y carismático, ignorando el grito en su interior de hundir sus puños en la cara de ese sujeto—el viaje en metro fue agotador y además del pesar de esta tragedia, Shiota san se encuentra realmente exhausto. Puede ser un poco abusivo pero ¿Podríamos hablar de negocios después?
El hombre frunce los labios en una mueca negativa, y Karma internamente se siente dichoso y desea que diga que no. De esa forma tendría una excusa para Nagisa sobre porque le tumbó los dientes a ese estafador.
Pero para su mala suerte no fue así.
—Tienes razón jovencito, debe estar abrumada por el pesar emocional. Tenga, estás son las llaves del departamento del Señor Shiota—Dice, tendiendo el objeto al peli rojo con la mano que no está hinchada—siéntase libre de pasar la noche allí, la buscaremos mañana así que por favor evite cualquier “percance” que la haga salir de la ciudad sin avisarnos porque haría más incómoda la reunión después…
Sonríe una última vez y se excusa retirándose, el par se quedan viéndolo hasta que cierra la puerta de la sala.
—No debiste hacer eso Karma—La voz neutra de Nagisa es tan calmada que casi le hace pensar que no es un regaño—recuerda lo que dijo Ritsu san, baja el perfil, no uses tu fuerza de esa forma o alguien podría reconocerte—le advierte, el peli rojo sólo voltea a verlo tan calmado como él.
—Lo siento, sólo creí que sería mejor detenerlo antes de que lo mataras.
—Yo no lo iba a matar.
—¿En serio? Entonces sólo imaginé a una serpiente relamiéndose los colmillos.
Nagisa guarda silencio sin intenciones de continuar con la conversación, se levanta lentamente y camina hacia la parte descubierta de la urna. Karma le ve observar ensimismado la expresión del difunto por un momento, antes de avanzar unos pasos y situarse a su lado.
Desde su perspectiva el padre no tiene ningún parecido con el hijo, de haber heredado algo de sus rasgos quizás Nagisa no luciría tan femenino. Le mira de reojo y aún mantiene esa expresión neutra, una interrogante le nace de repente.
—¿Estás enfadado?—Pregunta, el mayor le ve y niega pausadamente.
—No, vayámonos. Estoy cansado—Dice para dar media vuelta y dirigirse a salir de esa sala oscura y deprimente, el menor sólo se limitó a seguirlo.
Karma se había dado cuenta de algo, y es que Nagisa se contenía de mostrar sus emociones. Lo hacía en el silencio durante el trayecto en el bus, cuando habló de su pasado, y lo hacía ahora mientras observaba el sitio en donde vivió durante tantos años su padre.
—No hay muchos muebles…—Comenta, porque aún cuando el sitio era más grande que en el departamento en que viven poseía mucho menos objetos. Una sala compartida con la cocina, un sillón mediano de dos personas con una mesita de noche, un pequeño refrigerador y al fondo un cuarto con baño y eso era todo. Sin televisor, libros o algún tipo de entretenimiento, según los vecinos el hombre casi no venía al edificio.
—Él nunca fue muy materialista—Responde Nagisa encogiéndose de hombros mientras toma asiento en el mueble. Acuesta la cabeza hacia atrás y cierra los ojos con cansancio.
Kama se sienta a su lado, y tras unos segundos en que lo observa dormitar rompe el silencio.
—¿Y ahora qué?—Pregunta al aire. Tras esperar un momento en que el mayor no dio respuesta alguna continua—ese seguro de estafadores no nos dejaran tranquilos sabes…
Obtiene un suspiro pesado del contrario.
—Ellos no me interesan…—Responde por lo bajo.
De nuevo un silencio, uno muy largo, en el que Nagisa sintió claramente la penetrante mirada del peli rojo. Arruga el entrecejo mientras entreabre los ojos.
—¿Qué?
—Deja de contenerte—Le dice con expresión neutra—nadie te juzgará si explotas.
—No digas tonterías, estoy exhausto…—Murmura para regresar a cerrar los ojos, sin embargo el toque del timbre le impide la anhelada proeza de descansar.
Nagisa se contiene de soltar un gruñido y se levanta perezosamente a abrir la puerta. La persona que había tocado era un joven apenas más alto que él y con ropa de repartidor.
—¿Si?—Dice, mirando con cierta extrañeza al muchacho que en silencio le extendió una carta.
Observa con sorpresa el sobre celeste y luego la mirada seria del joven.
—El señor Shiota me ayudó en el peor momento de mi vida, y lo menos que puedo hacer por él es darte esto—Explica, Nagisa arruga el ceño y recibe el sobre con expresión interrogativa—haz lo que quieras con esta información.
El joven se va sin compartir más palabras.
—Eso fue interesante—Comenta Karma a sus espaldas recargado en la pared, no responde y observa fijamente el papel en sus manos.
La carta anterior era parecida a esa y presentía que no iba a darle una noticia mejor. La abrió y la leyó rápidamente, para luego tirarla a la papelera más cercana bajo la mirada de curiosidad de Karma.
—¿Qué decía?
—Nada importante ¿Tienes hambre?—Dice sin emoción pasando a un lado del menor y dirigiéndose al refrigerador.
Karma mira atento la papelera con la carta abierta.
—Comeré si tu comes—Agrega caminando hacia el depósito de papeles. Toma el sobre celeste en sus manos, y lo lee detenidamente aunque el texto era sorprendentemente corto.
“Siempre me arrepentí por no haberles todo lo que necesitaban a ella y a ti. Por favor solo acéptalo”
Y entonces se percata de la segunda hoja, un documento firmado y sellado, al leerlo la mirada de Karma se agranda.
—Nagisa…
—¿Sí?—Responde desde la cocina con un frasco de pepinillos entre sus manos.
—Esto es un testamento.
—Supongo.
Cuando no escucha más del mayor Karma voltea a verlo forcejear con el frasco.
—Es un testamento con una fortuna grande…—Agrega mientras lo ve poner una mueca y no precisamente de esfuerzo por abrir el frasco—tiene muchos ceros…
—Aja—Dice con indiferencia, aunque se percata de que es mentira.
—Nagisa está a nombre de tu padre—Explica observando fijamente al mayor—te heredó toda una fortuna a nombre del seguro de aquellos estafadores.
—Es un error.
—No lo creo…
—Lo es Karma—Interrumpe mientras da unos golpes algo toscos al frasco de vidrio con una mano—¿Por qué mi padre me heredaría una fortuna a estas alturas de la vida? ¿Por qué ahora que mama está muerta y no hay un tratamiento médico que pagar? ¡Es ridículo! ¡Él no estaría tratando de compensar diez malditos años de ausencia con dinero! ¡¿Verdad?!—Grita y arroja contra una esquina el endemoniado frasco.
Sólo se escucha el impacto del vidrio contra el suelo. Sólo hubo unos minutos de silencio en donde jadeaba exaltado y Karma guardaba en el bolsillo la carta.
El peli rojo se le acerca a su espalda y le susurra en el oído suavemente.
—¿Puedo hacer algo por ti?
Nagisa dio media vuelta para verlo de frente, con la sonrisa más falsa que le había visto hacer en su vida.
—Está bien Karma, digo, él siempre fue así. Creía que pagando los tratamientos de mama lo liberaba de visitarla, llevarme a comer sushi o jugar videojuego lo liberaba de las culpas. Y ahora dejarme como su último acto una herencia lo libera de todo el peso y lo redimirá en su otra vida por los años de ausencia e indiferencia ¡Qué amable de su parte!—Grita de nuevo pero apuntando a un lado contrario, para no gritarle a Karma que no tiene nada que ver. Aprieta los puños hasta temblarle las manos—solía pensar… que cuando creciera podría llegar a conocerlo mejor, que las cosas cambiarían o algo así… que estupidez…
De nuevo el menor guarda silencio, y Nagisa nuevamente reconocía lo sensible que era ese joven porque definitivamente prefería que no dijera nada a escupiera alguna estupidez como “lo siento mucho” junto a una mirada lastimera, de hacerlo definitivamente le daría un puñetazo o algo por el estilo.
—Es tan… es tan molesto, ya han pasado demasiados años, muchos. De un momento a otro sus cartas fueron irregulares, hasta que un día dejaron de llegar. Creí que al fin lo había olvidado todo, que lo superó, que quizás conoció a una amable mujer, se volvió a casar, tuvo algunos hijos, que continuó con su vida…
Cuando la voz de Nagisa se volvió quebrada tuvo que bajar la mirada, no le gusta la idea de ver ese azul cielo llorando, pero tampoco lo iba abandonar en un momento así, nunca.
—Pero nunca lo hizo, sólo se desgató hasta que no pudo más, como si todo aquel sufrimiento se lo llevara encima como un veneno ¿Cuál fue el punto de separarnos si al final vivió de esa forma? ¿Es que… lo hice mal?—Ante la temblorosa interrogante, Karma le mira a los ojos. La imagen de Nagisa quebrándose es algo que nunca olvidará.
Aprieta los labios en una expresión dolida, por fin comprendiendo cual era el verdadero dolor que se reflejaban en esos ojos azules aguados y expresión enfadada.
—Nagisa, no es tu culpa…—Su voz se oye temblorosa, Nagisa está sufriendo y él también lo hace al verlo—tu padre probablemente quiso hacerse cargo de ti y tu madre pero no supo que otra cosa que hacer más que llenarse de trabajo. Y de repente su mujer muere, su hijo se hace cargo de los gastos y además emprende su propio camino, cuando se halló sólo quizás se dio cuenta de todo sus errores e intentó remediarlo hasta su muerte. Tal vez hizo mella en la única semejanza que comparte contigo—le dedicó una sonrisa triste al contrario—ambos se echaron la culpa de su sufrimiento.
Nagisa hace una mueca al borde del llanto mientras da la espalda, su mano se suelta lentamente temblorosa.
—¿Porqué fui traído al mundo? Sólo… si tan sólo terminara con esto…
Y Karma tiembla, porque aún cuando Nagisa lo mantuvo escondido pudo ver el mango de uno de sus cuchillos asomándose por su bolsillo. Se asusta, está viendo a la serpiente de frente que amenazadora se arrastra y agranda su cuerpo, los ojos amarillentos no se dirigen a él, no es su objetivo, es peor.
—Si lo hubiera hecho antes…—Nagisa observa el reflejo de sus ojos en el acero del cuchillo ¿Cuántas veces lo pensó? Desde que su madre empezó a reclamarle por sus defectos, o cuando su padre empezó a ausentarse, en esos tiempos simplemente se preguntaba ¿Por qué no paró el sufrimiento? ¿Por qué no asesinó al culpable de las desgracias de su familia?
Un cuchillo afilado es poca cosa para todo lo que ha causado. Pero antes de que siquiera pudiera terminar de formularlo fue embestido por un costado y tirado al suelo, Karma apretó sus muñecas por encima de su cabeza y el arma se resbaló hasta chocar contra algún mueble.
—¡Karma!—Le grita forcejeando en vano contra el potente agarre, es inútil vencer en fuerza a una bestia como lo es un yato cuando él ya de por sí es débil.
Los ojos bronce le miran fijamente casi atravesándolo.
—No lo hagas Nagisa—El aludido bufa con molestia.
—No iba a suicidarme—Declara con el entrecejo fruncido, pero Karma no reacciona a sus palabras y por el contrario mantiene esa expresión estoica.
—No lo hagas—Repite para el desconcierto del contrario para luego continuar—no te arrepientas de seguir viviendo—Nagisa resopla con la sorpresa en sus ojos, con el agarre de Karma aflojándose hasta soltarlo—elegir arrepentirte es como despreciar el momento en que conociste a las personas que te aprecian, y a las personas que has salvado. Tirar a la basura toda esa vida de experiencias ¿De verdad valió tan poco la pena como para vivir? ¡No lo acepto!—Karma se para sobre sus rodillas, con la cabeza gacha y el cabello tapando su rostro, Nagisa observa sus puños temblar. No era por tristeza al contrario estaba furioso,
Lo mira incrédulo, Karma se ve enfadado, como nunca lo había visto, y quizás hasta se esté conteniendo de golpearlo. Se mantiene en silencio por el asombro.
—¡¿Desde cuándo te sentías así?! ¡¿Es que acaso tenías esos pensamientos mientras estábamos juntos?!—Apretó los dientes en puro reflejo de enojo, cedió a sus impulsos y emociones. Layla le contó alguna vez que los yatos tendía a ser bastante emocionales e impulsivos aunque él culpaba a Nagisa por su estado, por ser un egoísta ignorante. Porque la idea de que mientras él estaba feliz sumergido en una vida junto a Nagisa éste tenía esa clase de pensamientos catastróficos, lo destrozaba infinitamente.
—De verdad… ¿Es así como te sientes?
Nagisa siente un escalofrío, la imagen de Karma frente a él le activó un antiguo recuerdo como una corriente eléctrica a un encendedor. Una imagen de sí mismo de no más de cinco años con un vestido rosa, cuando se encontraba detrás de una pared escuchando una de las tantas discusiones de sus padres.
En esos momentos solía invadirle todos esos pensamientos hasta sosegarlo.
—¿Hice algo mal?
—¿Debía hacer otra cosa?
—¿Es mi culpa?
—¿Es que… no soy suficiente?—Murmura Karma mirándole a los ojos melancólico, al mismo tiempo que su yo del recuerdo de aquel entonces.
Unas lágrimas salen de los ojos de Nagisa, el dolor de todos esos años se le desbordan por fin desde el fondo. Logra sentarse para abrazar con toda la fuerza que tiene al contrario.
—¡Lo siento! ¡Lo siento! ¡Lo siento! ¡No es culpa tuya!—Hunde su rostro en el hombro contrario—perdóname, estoy repitiendo la historia, no pude hacer nada en aquel entonces pero definitivamente no te arrastraré a ese infierno…
—No quiero que me digas eso, quiero saber si lo entiendes. Maldito ratón aplastado—Farfulla Karma, mientras lentamente lo rodea con los brazos.
—Si…—Responde tenuemente a pesar del insulto—de haberme quitado la vida en aquel entonces tú y yo no nos hubiéramos conocido, es lógico que estés enfadado—una pequeña sonrisa se dibujó en su rostro con los ojos aguados mientras se separaba del contrario para verlo—lo siento, como tu dijiste dejé de contenerme y exploté ¿Me perdonas?
Pidió con un tono bajito, su mirada seguía cristalina y ahora algo suplicante, Karma sólo pudo sonreír.
—No.
—¿Eh?
—De verdad me heriste hace un momento ¿Sabes? Mínimo espero un ramo de flores y unas buenas palabras de lamentos de rodillas.
—Karma…—Replica Nagisa por el semejante momento en que se le ocurre al contrario de hacer una broma. Lo vuelve a abrazar, con menos fuerza pero igual de especial, Karma puede sentir su aroma dulce claramente.
Cierra por un momento los ojos dispuesto a perderse en el momento, lo único que lo detiene de dormirse es la voz suave de Nagisa susurrándole en el oído.
—Gracias Karma, pero ¿Sabes?…—Le arrulla abrazándolo más contra si, y Karma estaría totalmente sumido, de no ser porque sus sentidos se percataron del cambio en el ambiente—aún estoy molesto.
Karma entreabre los parpados, la serpiente está allí mirándolo fijamente, sin amenazarle o advertirle nada, sólo se mantiene estática y con hambre de sangre. Se separa lentamente del mayor y le sonríe, con ese sentimiento regocijante que siente cada vez que va a pelear o ante un obstáculo próximo, aunque desde la perspectiva de Nagisa verlo así sólo le permite describirlo de una sola forma.
Demoniaco.
—¿Qué se te ocurre?—Pregunta con ese brillo de depredador en sus ojos. Nagisa se aleja de él y se pone de pie.
—Al final, no puedo quedarme tranquilo sin matar al culpable de las tragedias. Por eso usaré un viejo truco humano…—Decía acercándose al cuchillo debajo de la silla.
—¿Cuál es?—Se pone de pie mientras observa entretenido como el contrario se agacha a tomar el cuchillo y lo inspecciona con ahínco.
—El infalible truco para lidiar con el dolor…—Voltea a verlo, con el flequillo ensombreciendo la mirada venenosa—echarle la culpa a alguien más.
La serpiente se relame.
—Ohh… en ese caso, se me ocurre cierto “seguro” que puede acarrear esa deuda.
Y el demonio se regocija.
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